jueves, 28 de abril de 2011

Zapatos


Consuelo Ruiz Castañeda
Es lunes, 1943. No voy a faltar a la escuela, ya estoy en cuarto, tengo diez años. Hoy no me quiero  llevar los huaraches de mi hermano como la semana pasada, están muy chicos y me lastiman, mejor me voy descalza, al fin está cerquita. Así, él no los tiene que esperar para irse a  la escuela.
     Cuando entramos al salón, la seño Delfina me vio los pies y me preguntó: ¿y tus zapatos?
     –Mi mamá no tuvo dinero dije. 
     Todas las niñas voltearon a verme y sentí mucha vergüenza, ¡quería esconder mis pies!, pero ¿cómo?, ¿dónde? Me fui a mi lugar, y no sé por qué también me sentí importante.
     Lo que me dio coraje fue cuando Arcelia dijo: ¡pobre!  Entonces sentí ganas de llorar.
     La seño Delfina hoy no me dio sus dulces para que los vendiera en el recreo como todos los días, pero qué bueno, ya quiero que se termine la escuela para irme a mi casa.
     – ¡Mamá, ya llegué!
     –Apúrate a comer  me dijo–, para que vayamos a comprar tus zapatos.
     ¡Qué gusto me dio!
     – ¿Pudiste empeñar el tocadiscos? –pregunté.
     –Sí, apúrate.
     La sopa de fideo y las enchiladitas verdes me supieron más ricas que otros días.
     Fuimos con  Raymundo López,  el coco de los zapateros. Como tiene muchos locales en el mercado “La Lagunilla”, se pueden escoger varios modelos.
     – ¡Me gustan estos de taconcito y muy brillocitos!
     – ¡No! dice mi mamáestos están más baratos.
     – ¡Bueno…! También están bonitos.  Los voy a cuidar mucho, no vuelvo a ir descalza a la escuela ¡nunca! 

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