jueves, 28 de abril de 2011

Educar hijos adolescentes: ¡lo peor todavía no ha pasado!


Eugenia Araceli Castañeda Caudana
Ser mujer, madre soltera, profesionista y llegar a la etapa donde nuestros hijos ya crecieron y se convirtieron en jóvenes es muy complicado, pensé que lo peor había pasado; cambiar pañales, ser despertada en la madrugada por un llanto desesperado, salir corriendo al médico con un niño en brazos, angustiada y temerosa… pero no ha sido así, me equivoqué, estoy enfrentando la etapa más difícil de ser mamá y papá a la vez.
     Mi hijo mayor ha cumplido ya diecisiete años e imagino, que al igual que yo, muchas mujeres estarán pasando por esta situación y se harán tal vez la misma interrogante: ¿Cómo educarlos de la mejor manera para hacer de ellos personas que sean capaces de enfrentarse a esta “maravillosa complicación” que se llama vida?
     Puede pensarse que es fácil, pero no es así, entre trabajos, quehaceres e inmensas responsabilidades que tenemos que cumplir, las horas, los días y hasta los años pasan rápidamente, sin embargo, debemos ofrecerle a nuestros hijos momentos especiales donde puedan acercarse a nosotras para platicar sin temor a ser interrumpidos o incomprendidos.
     Soy profesora de educación preescolar y puede pensarse que si desempeño este papel en la sociedad con niños y niñas a los que se les debe brindar la oportunidad de desarrollar y favorecer sus competencias, mi tarea como madre debe facilitarse. No obstante, en casa la ansiedad de salir corriendo ha acudido a mí algunas veces porque siento que esa función no la estoy desempeñando favorablemente, mi hijo cursa la educación media superior, es un excelente estudiante, no puedo quejarme, pero como la mayoría de los chicos de su edad, piensa que sacar buenas calificaciones es su única obligación y que a nosotras como mamás nos corresponde todo lo demás, es ahí donde radica el principal problema: cómo explicarle a nuestros hijos que el funcionamiento de un hogar depende de la colaboración de un equipo integrado por las personas que vivimos en casa, que deben asumir otras responsabilidades, escuchar consejos y recomendaciones; no queremos que hagan nuestra voluntad, sólo deseamos que identifiquen los errores que cometen en su camino, para que tengan la oportunidad de corregirlos a tiempo.
     Nadie nos enseña a ser mamá o papá, en mi opinión, considero que mi función es estar ahí junto a ellos para ayudarlos, apoyarlos y tratar de que rectifiquen sus actitudes si éstas no son las acertadas, con golpes y gritos no se soluciona nada; se puede lograr más con cariño, comprensión y aceptándolos tal cual son, porque cuando esa etapa tan hermosa y difícil que es la juventud empieza a irse, llega la madurez, que nos permite razonar de manera diferente; es entonces cuando se acercarán a nosotras dejándonos de ver como enemigas, dándose cuenta que únicamente buscamos su bienestar porque la mayoría de las madres somos los únicos seres que podemos amarlos incondicionalmente, a su vez, ellos son los verdaderos amores de nuestras vidas o al menos en mi caso así lo es... son como las estrellas que me iluminan cada noche y el sol que me da luz cada mañana para iniciar un nuevo día, entonces, es cuando reflexiono y afirmo que ser mujer, madre soltera y profesionista puede ser maravilloso en cualquier etapa de la vida de nuestros hijos.

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