jueves, 28 de abril de 2011

Amor de estudiante



Pablo Martínez Román
I
Era el año 2010, en el principio de otro ciclo escolar. Yo estaba emocionado desde muchos días atrás; me entusiasmaba el hecho de conocer gente nueva, hacer amigos, así como el pensar que comenzaría una carrera que imaginé cursar desde niño: la de maestro.
     Llegó el momento tan esperado. El domingo anterior al inicio de las clases, por la noche me bañé, tomé mis cosas y las acomodé cuidadosamente. Así, me dormí con una sola idea en mente: mi primer día como estudiante en el Centro de Actualización del Magisterio de Iguala.
     Desperté muy temprano, me bañé, me arreglé y, contento, salí de mi casa. Al poco tiempo llegué a la que sería mi nueva escuela. Una vez ahí me percaté que era el único en aquel lugar, miré mi reloj y vi que apenas eran las 7:35, por lo tanto, decidí buscar mi salón y, cuando lo encontré, entré y tomé asiento. Conforme pasaban los minutos llegaban más personas. Fue allí cuando súbitamente el tiempo se detuvo a mi alrededor. Un coro de ángeles entonaba una canción celestial y, como bajada del cielo con su hermosa carita y bella figura, ella era lo único que miraba. Bastaron unos segundos para que esa linda chica se convirtiera en la causante de mis desvelos, porque inmediatamente ocupó mis pensamientos y hasta mis sueños.
     Trascurrieron los días y yo continuaba pensando en ella. Verla significaba admirar lo más hermoso que existe en este mundo y en todo el universo. Ella se había metido en lo más profundo de mí ser. Yo, sentía como si una flecha hubiese atravesado de lado a lado mi corazón.
     El tiempo seguía su interminable marcha y no me decidía a hablarle, tal vez por miedo, pena o quizá era el pensar que tenía poco tiempo de conocerla. Entonces decidí esperar el momento justo y lugar apropiado, para decirle, explicarle, el enorme sentimiento que experimentaba hacia ella. Incluso, cierto día, gracias a la idea de un amigo decidí tener un detalle con esta persona. Así que compré rosas para todas mis compañeras, y aunque éstas eran similares entre sí, la que le obsequié a ella para mí sencillamente era especial. De esta manera había dado un primer paso. Sólo bastaba ser paciente en mi afán por conquistarla.
     Sin embargo, pronto me enteré de algo que nunca hubiera deseado saber: ¡Ella tenía novio! ¡Era el precio por no haberle explicado a tiempo mis sentimientos! Todavía hoy estoy pagando muy cara esta terrible equivocación. Mi falta de arrojo me hizo sentir coraje y rabia contra mí mismo, pero a la vez, experimenté el profundo dolor de algo dentro de mí que se quebró. A pesar de todo todavía existe un motivo que me mantiene en pie: que ella me dé la oportunidad para demostrarle el gran querer que le tengo. Mientras tanto este hermoso sentimiento crecerá cada día. Cuando la veo me dan ganas de tomar un lápiz, una hoja y comenzar a escribir. Ella es mi fuente de inspiración, por quien descubrí algo que no sabía que podía realizar, incluso, le envío poemas de mi puño y letra y, como dice aquella canción, ella tiene mi corazón “colgando en sus manos”. Únicamente espero que no lo deje caer. Deseo que un día, sin embargo, pueda abrirlo y vea el sentimiento tan grande y hermoso que hay dentro, y lo pueda apreciar, sentir y recibir en su propio corazón.
II
Han trascurrido varias semanas desde que escribí sobre aquel tonto amor y siento que han sido años. Empiezo a pensar que será imposible que me corresponda y será mejor que comience a olvidarla.
III
Han pasado unos cuantos días después de que escribí estos últimos renglones y ahora estoy tratando de olvidar. Es algo doloroso pero creo que al final terminaré de sufrir. Como dicen mis amigos, tarde o temprano llegará la persona ideal para mí.

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