jueves, 28 de abril de 2011

Testimonio


Consuelo Ruiz Castañeda
De pronto dejé de escribir, eso fue desde que estaba en el taller “Autobiografía” de Rosita Nissán. Cuando leí la tarea en una de las sesiones ésta no me agradó, sentí que iba para atrás en mis conocimientos, aun cuando uno de los compañeros me solicitó mi escrito para un periódico en Iguala, Gro., que se llama "Redes del sur". Eso me dio mucho gusto, y más cuando después de que lo publicó me dio la gratísima sorpresa de entregarme una copia del mismo, enmarcada y con un listón. ¡Qué halago más maravilloso!, compartir mis pensamientos fuera del aula era algo que nunca imaginé.
     Sin embargo, la literatura pasó a segundo término para mí, cuando entré a un taller de teatro. Tengo mala memoria para ubicarme en el tiempo, creo que fue en julio de 2010, este taller lo dirige un joven llamado Iván Tula. Actuar es algo que me ha gustado desde niña, en la primaria la directora montaba pequeñas obras de teatro y otra niña y yo nunca faltábamos en su reparto. Recuerdo que me agradaba mucho salir del salón de clases antes de la hora para ir a ensayar y luego regresar por las tardes para continuar, eso me hacía sentir gozosa e importante. Desde entonces creo que aspiraba a ser actriz.
     Haciendo un paréntesis diré que la vida me ha dado la oportunidad de interpretar los papeles que me ha gustado desempeñar, aunque no todos me hayan dado las satisfacciones que deseaba. Fui hija, la primera de la familia, luego hermana, y así sucesivamente al  transcurrir el tiempo, fui amiga, compañera de escuela, compañera de trabajo, compañera de vida, madre, abuela y bisabuela, divorciada  dos veces, pero lo más importante para mí, es el haber dejado atrás las ataduras que me impedían hacer esas cosas que me hacían sentir plena, porque a lo largo de esas actividades circunstanciales que me tocó desempeñar, nunca me sentí satisfecha y lo que es peor, tampoco creí estar cumpliendo las expectativas de los que me rodeaban.
     Fue cuando estaba traspasando los sesenta y cinco años de edad, cuando parece que la vejez impide ya la movilidad y el goce y se cree que debemos estar tranquilos porque llegó la jubilación, los hijos tienen su propio hogar y la soledad parecería que viene a acompañarnos y  la depresión se presentó, cuando tratando de ahuyentarla, empecé a disfrutar de aquellas cosas que tanto deseaba hacer. Tomé las clases de belleza que siempre me habían llamado la atención, con el propósito de abrir un salón de belleza, pero me ofrecieron un viaje a Europa y las palabras clave para convencerme fueron: "Señora, vaya y va a ver cómo cambia su manera de pensar". Consulté mi bolsillo y lo que era para el salón se fue en ese maravilloso viaje.  ¿Que si cambió mi manera de pensar? ¡Claro!, y también mi manera de vivir. Empecé a observarme a mí misma y me gusté, vi que era capaz de muchas cosas y empecé a escribir mi autobiografía. En ese maravilloso taller de Rosita Nissán aprendí mucho, quizá no todo lo que debía, porque después lo sustituí por el  taller de actuación, donde me siento muy bien, he actuado ante el público y me ha agradado muchísimo. Nuestro grupo es de adultos mayores, es el único en México que se llama "Viejos los cerros". Nos han entrevistado y hemos salido en la televisión. Ahora, además participo en un taller de “Círculo de lectura”.
     Por si eso fuera poco, “Redes del sur” me trae a través de mi computadora, los pensamientos de sus jóvenes colaboradores que empiezan a desgranar sus ilusiones, enseñanzas, triunfos y fracasos, así como sus primeros pasos en el florido paisaje del amor, ¡qué hubiera dado por tener todo esto en mi madurez para aplicarlo en los que me rodeaban!, no obstante, lo que me tocó vivir me llenó de experiencias y ahora lo valoro a tal grado que lo puedo disfrutar. Por todo ello, doy gracias a la vida. ¡Soy muy afortunada!

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