lunes, 25 de abril de 2011

Aunque te quiero


Julieta García de León L.
¿Ahora quieres regresar conmigo? Sí, fuimos felices por algún tiempo. ¿Recuerdas cuando nos conocimos?  Fue un encuentro desbordante, incontenible e irracional, parecía que nada era suficiente. ¡Todo ese amor, todos los besos! No podíamos creer aquella especie de locura. Yo estaba atontada, embriagada. Creí en mis propios espejismos porque te tenía tan cerca que no podía verte completo. Eras como una pantalla donde proyectaba, de manera exagerada, mis fantasías del amor idealizado.
     Pasada la locura, la realidad se impuso. Comenzaron a salir las peores partes tuyas y también las mías. ¿Por qué me habré casado con un extraño? Entonces entendí que no me casé contigo. Me casé con la idea que tenía de ti. Me di cuenta que una pareja es más que la decisión de vivir juntos. Es la capacidad de apoyarse y llegar a acuerdos, de atravesar, tomados de la mano las dificultades de la vida. Pero esto, no quisiste hacerlo. No se vale abandonar comenzado apenas el camino ni huir de las responsabilidades adquiridas y dejar de luchar por hacer realidad todos los sueños.
     Dos mitades no hacen un buen matrimonio. Sólo cuando hay una persona completa de cada lado y cada uno puede ver entero al otro, es posible mantenerse juntos y construir una relación que soporte los desencantos y las realidades de la vida. Si tan solo hubiéramos podido madurar a un  mismo tiempo, pero te quedaste como un adolescente eterno y al final preferiste la vida de soltero, regresar a la casa de tus padres, a tus amigos y las fiestas. Tomaste tus decisiones y yo las mías. A nuestro hijo ya le crecieron alas, mi tarea está terminada. Después de tantos años, no puedo regresar contigo; tampoco quiero hacerlo. Tengo una vida propia por delante.  No somos buenos compañeros en este viaje que es la vida, así que, aunque te quiero, no, no me convienes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario