lunes, 25 de abril de 2011

Mis ojos… tus ojos bonitos


Rosa María Ramírez Arias
Mis ojos enrojecidos, cansados de tanto llorar, mi alma vacía, como una envoltura de comida chatarra la cual ha sido tirada sin ningún remordimiento, mi corazón mutilado, devastado por el dolor, y mis ojos bonitos –como los solía llamar– habían perdido su brillo especial y ahora reflejaban el sufrimiento que abatía a mi espíritu. No me importó en lo más mínimo sentarme en una sucia y reducida banqueta y ser el centro de atención de las personas que en esos instantes circulaban por la calle donde estaba muriendo lentamente, los cuchicheos o gestos extraños, no causaron ningún efecto en mí, porque el cataclismo mental no permitía a mi cerebro pensar lógicamente. Dejé que el viento poco a poco secara las lágrimas de mi rostro y tomé fuerzas para levantarme y continuar mi camino, por inercia llegué a la central de autobuses y después de una larga fila, con mi voz quebrantada por el llanto, pedí un boleto para la ciudad de Iguala.
     Se me hizo eterno esperar el turno de salida del autobús, cuando me lo permitieron, subí de prisa sin mirar a mi alrededor, con la mirada hacia el piso, casi tropezando con mi autoestima y con un semblante invadido por la tristeza, desilusión y confusión. De inmediato busqué uno de los asientos traseros, para seguir llorando y haciendo más profunda la herida, al recordar todo lo que había vivido y construido durante años, y ahora, esa burbuja mágica de amor, alegría y gratas experiencias, se rompía en milésimas de segundos. Todo a consecuencia de la decisión de un ser egoísta que desconocía el verdadero significado del amor, misma que me fue comunicada a través de un simple y diminuto mensaje, ¡ni siquiera una llamada para terminar una relación de noviazgo, de tres años! ¿Qué? ¿Acaso no me lo merecía? Si siempre lo respeté, comprendí y apoyé en las cosas buenas y difíciles de su vida. ¡Maldita sea! ¿Por qué me hace esto? Me lo repetí varias veces, dirigí la mirada al cielo y pregunté, ¿Señor, qué hago? ¿Le contesto y renuncio a todos mis sueños e ideales personales y profesionales? Entonces, saqué mi celular y volví a leer el mensaje que decía: Rosy, ya te lo he pedido muchas veces, y ésta es la última, si en verdad me quieres, deja todo y cásate conmigo, quiero una respuesta, si no me contestas  en  una  hora, lo tomaré como un no y jamás me volverás a ver.          
     En un momento de desesperación, me dije: ¡sí, eso es! ¡Le contestaré que sí!, que no me importa nada, incluso, escribí algunas líneas, pero de pronto, vinieron a mi mente las siguientes preguntas: ¿realmente te merece, como para que dejes todo? Si se olvida de tus ideales, sólo piensa en él. ¿Y tus sueños de convertirte en una profesionista? Y tu linda familia, que confía en ti incondicionalmente, te apoya y demuestra su amor, ¿en dónde queda? ¡No!, ¿qué estoy haciendo?, me dije. Afortunadamente reaccioné a tiempo; cerré el celular, lo aventé con desprecio dentro de mi bolsa y dejé que transcurriera una de las horas más lentas y angustiantes experimentadas jamás.
     Hoy, sé que fue la mejor decisión de mi vida, ya que amar a una persona es querer lo mejor para ella, para lo cual, tenemos que aprender a amarnos, sólo así seremos capaces de amar a otros, porque: “El amor es compresivo, el amor es servicial, el amor no es egoísta, el amor no busca el mal…” (1Co.13, 4-6).

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