viernes, 1 de julio de 2011

Custodia compartida


María Guadalupe Calles Salazar
Al fin llegó el día que ella había estado esperando. Se encaminó al encuentro, emocionada de ver a su pequeño amor de nuevo. Ésta, al verla, se soltó de las manos de la otra persona y corrió lloriqueando al lado de ella. Ana la cargó, la llenó de besos y le prometió que pasarían el mes que le tocaba de custodia, alegremente. Se alejó con su muñeca dejándola que corriera, que se sintiera libre, pero siempre al pendiente de ella.
     La otra persona que está involucrada en la custodia se alejó triste. Esperaría otro mes para poder convivir con su amada chiquita. Esta pequeña es ¡tan querida! por las dos personas que tienen su custodia.                             
     Es difícil para las dos tener que compartir la compañía y el amor de este ser que está confundida de tener que acostumbrarse a un trato y a otro; a una casa y a otra, alternadamente. Porque mientras en uno de sus hogares la disciplina es rígida, en la otra se le permite ser libre. Porque ya se está acostumbrando a un horario, cuando la cambian a otro. 
     Llegar a la conclusión a que llegaron para poder estar junto a ella, fue un merequetengue. Las personas involucradas se decían cada una más merecedora de quedarse con su custodia. La directamente afectada sólo las miraba discutir. Las involucradas, después de casi un año de convivir a diario, ya no querían vivir juntas, estaban hartas una de la otra. En lo único en que estaban de acuerdo era en que ninguna de las dos quería vivir sin la pequeña Yanna. 
      Yanna había sido un aliciente para las dos compañeras de casa que tenían rota su alma por dolores muy parecidos. Adoptarla había sido una gran idea. Hasta que empezaron los problemas y una de las dos decidió abandonar la casa. Fabiola quería llevarse a Yanna. Ana lloró y se enfureció. Ella dijo que también tenía derecho a vivir con su pequeña.                                                   
     A su alrededor, sus compañeros se reían del pleito que causó decidir sobre la custodia del objeto del deseo. Llegaron al acuerdo de cuidarla un mes cada una. Al final se dieron cuenta de que era lo mejor para las tres. Las dos tienen que viajar constantemente. No podían dejarla sola tanto tiempo, era peligroso.  
     Así, Ana y Fabiola cuidan a la chiquita y consentida negrita un mes cada una. Yanna quiere decir negro en quechua. Fabiola es peruana, ella eligió el nombre. Yanna tiene la fortuna que no tienen muchos seres pequeños e indefensos. La aman mucho, la cuidan, la llevan al médico. Ana y Fabiola hacen todo lo que pueden por ella. Por el sólo hecho de acariciar su suave cabello, de sentir su compañía y por el grandioso momento de verla, tan contenta, correr graciosamente hacia su encuentro moviendo alegremente su rabo y dando ladriditos de gusto para recibirlas, cuando llegan a su casa después de un pesado día de trabajo.