lunes, 25 de abril de 2011

Una historia normal


María Guadalupe Calles Salazar
Es de madrugada y para no variar me siento mal, no puedo dormir, tengo tanto coraje. ¿Cómo he venido a parar aquí, en esta denigrante situación con este hombre que odio con todo mi ser?
     Otra vez me insultó. Mientras le sirvo el desayuno, me ha dicho: “traga, pendeja, traga; si no me tuvieras no tendrías ni para tragar. Si yo me muriera no sabrías ni pelar un chile verde”.
     Hoy leí un texto de una chava que está en las mismas condiciones que yo. La diferencia es que  ella dice que él la maltrata porque el fulano es profesionista y ella no. Pues es lo mismo, yo tengo mucha más preparación que mi esposo y por eso me humilla. Me ha dado una bofetada delante de unos clientes que quedaron satisfechos con mi trabajo. Me dijo: “Para que vean a su doctorcita. Para mí no eres nada, sólo eres un mueble más en esta casa”. ¿De dónde saca tanto odio este hombre?, si cuando éramos novios se ponía de alfombra, insistió tanto en casarnos mientras yo no quería hacerlo. Quizá esperó pacientemente para vengarse por mis desprecios.
     Hoy leí una historia muy buena que habla de un gato que pelea con una serpiente que ha matado a todos los demás felinos de esa comarca. Lo malo es que el gato ganador queda emponzoñado por esa serpiente. Así me siento yo. Este hombre ha abusado tanto de mí, me ha insultado y golpeado tanto que he pensado cómo deshacerme de él.
     Lo odio, esto no es vida. ¿Si intentara trabajar y mantenerme yo sola? Encontrar un buen trabajo y no necesitar nada de este maldito cabrón. Sólo son sueños. Hoy me he levantado tres veces en la madrugada. ¿Qué me pasa? doy vueltas y vueltas en mi mente buscando una solución. Podría matarlo. Sí, eso sería una solución, agarrar un martillo y darle de golpes mientras está dormido. Vengarme de sus golpizas, de su fuerza superior que me vence a cada momento mientras él se burla de mis intentos por defenderme.
     Ahora entiendo a las mujeres que se han atrevido a matar a sus parejas. Deben haber llegado al extremo de desesperación que tengo yo para hacer algo así. Mejor pienso en otra cosa porque  no debo hacer algo tan terrible. Ésta no soy yo. Yo era la que sacaba puros dieces en la escuela y era el ejemplo de alumna. La muy inteligente que resolvía todos los problemas de matemáticas y química y que aprendía idiomas con facilidad. Ahora no puedo resolver este estúpido problema, ¿cuál es la fórmula para recuperar la dignidad? Nunca me la enseñaron.
     Mi hijo está aprendiendo a maltratar a una mujer como algo normal. Yo no quiero ser la madre de un abusivo, ¡no quiero que mi hijo sea así!
     He corrido  a mi esposo varias veces pero él no se va. Estamos enganchados y enfrascados en hacernos daño. Cada día me convenzo más de que debo hacer algo, ya no puedo aguantar esto, ya no. Dice que estoy loca, siempre me han llamado así porque me atrevo a decir lo que pienso, porque me defiendo, porque no me doy por vencida y me atrevo a hacer cosas que a otra gente le cuestan trabajo. Si me dicen loca por ser diferente, qué bueno. Ojalá “mi locura” me ayudara a salir de esto.
     Hoy vi un anuncio en el periódico, es de una empresa grande y famosa, sólo es cuestión de pasar unos exámenes de inglés y entraría a trabajar. Voy a ir, que tal si entro, lo necesito hacer, sí, voy a  ir. Le pediré a mi suegra que me ayude a cuidar a los niños un rato. 
     Fui al examen y ¡lo pasé! Venía muy contenta, mi madre y mi suegra me ven con recelo, piensan que no podré entrar a una empresa como esa, él se burló pero lo vi preocupado, sabe que no era tan mala con el inglés y que antes de casarme trabajaba traduciendo, no le gustó que fuera a pedir trabajo pero ya no me para nada.
     Llevo trabajando dos meses, pero en mi tontería, he hecho planes para arreglar la casa, pienso que así él y yo mejoraríamos la relación, le he platicado de las prestaciones y las ventajas de trabajar ahí, pero él cada vez está más dolido, dice que lo veo como un macuarro y que me siento superior, no le veo ganas de salir adelante conmigo y nuestros hijos.
     Hoy, al llegar de trabajar, me recibió mi esposo con un “¿todavía vives?, no sabes cómo deseo que te mueras, que te atropellen, que te asalten y te maten”. He mantenido la calma. “No es necesario que me muera”, le he dicho sintiendo mucha tristeza de enterrar todo el pasado. Ahora sí que usando mi locura he agarrado un bulto de su ropa y lo he lanzado a la calle.
     Está asombrado, mientras la recoge, arrojo todas sus demás cosas, como arrojando de mi corazón y mi vida toda la porquería que me he empeñado en vivir por tonta con él. Está rojo de coraje pero no intenta pegarme, recoge todos sus triques y los arroja a su carro con la amenaza de: “está bien, me voy, pero en tres meses vas a estar destruida y muerta de hambre, me rogarás que regrese contigo”.
     Me encierro en mi casa y me prometo: “nunca más ningún hombre me vuelve a maltratar ni gritarme en mi casa ni fuera de ella. Soy una señora. Merezco respeto pero debo respetarme primero yo”.
     Han pasado treinta y un años. No me morí de hambre. Ya me jubilé y ahora escribo mi autobiografía. No me da pena contar esto. ¿Por qué habría de sentirla? La vida no ha sido tan fácil para mí, he tenido tristezas profundas así como alegrías inmensas. Estoy segura de que si hubiera seguido con aquel tipo hubiera sido mi muerte o mi cárcel, ahora ya no lo culpo sólo a él, yo tenía mucha culpa por no actuar, por permitirle tratarme así.
     El silencio es humillante y un celestino de la impunidad, por eso cuento mi historia, para que otras mujeres cuenten las suyas. Porque nunca termina una de aprender. Entre hombres y mujeres conscientes nos entendemos. ¡Vivan el amor, las decepciones y los intentos de relacionarse!, cuando son sanos y no llevan una jiribilla de abuso en su entraña.

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