viernes, 21 de octubre de 2011

Segundo Lugar en el Certamen Nacional Juvenil Carta a mis Padres 2011 del IMJUVE


Dania Arlette Lucio Salgado
Joven escritora de 15 años de edad, formada en los Talleres de Creación Literaria,  impartidos por Roisver Azael Camiña Carreto y Hermes Castañeda Caudana

Para mi madre, la más hermosa de todas.
En una tarde de lluvia del mes de junio de 2011.
Mamá:
Creo que nunca te he dicho lo mucho que te admiro. Disculpa, a veces no sé expresar lo que siento. Por eso, hoy que tomé un lápiz y una hoja de mi cuaderno, me armé de valor para que mi corazón escriba lo que hace mucho he pensado decirte…
     Has sido no únicamente mi madre, sino también mi padre. Te admiro mucho y espero que cuando crezca tenga esa fuerza y el coraje que te caracterizan, ¡no hay nada que te detenga! He visto cómo te esfuerzas por darnos lo que tú no tuviste cuando eras una niña, en aquel pueblito donde te tocó vivir.
     Sé que no ganas la “millonada”, pero buscas alternativas; has trabajado en empleos extras y temporales, levantando encuestas y conformando casillas para las votaciones. Sé que te duele dejarnos solas mientras sales todas las tardes, sin embargo, cuando llegas con la luna y traes los pies hinchados de tanto caminar, amorosamente nos besas a mi hermana y a mí; nos preguntas lo que hicimos durante el día, revisas con nosotras la tarea que nos hayan dejado en la escuela y, en esos instantes, comenzamos a platicar, a soñar con un mundo mejor.
     Ahora que te has divorciado, sé que te sientes sola. Entiendo tu desesperación y la impotencia por no poder ayudar a mi hermanita de sólo diez años. Te duele el hecho de saber que la tienen que operar del riñón izquierdo. Todas las noches, mientras me hago la dormida, lloras de impotencia, te desesperas y le preguntas a mi Dios por qué tu Danielita tiene que sufrir tanto. Lloras y yo no puedo evitar llorar también, en el silencio del cuarto, en la oscuridad.
     Te llenas de coraje por no poder acompañar a mi hermanita a sus constantes consultas a la Ciudad de México. Tu jefe no entiende que antes de ser empleada, eres madre. ¿Por qué los adultos se vuelven tan insensibles, mamá?  Nunca me lo puedes contestar y, pese a ello, te las ingenias para que Daniela nunca falte a sus citas médicas. Pides favores cuando tú no puedes ir con ella y los pocos amigos que tienes nunca te dicen que no. Si no fuera por esas amistades, no quisiera imaginar lo que estaríamos viviendo, ya que si llegaras a perder tu trabajo, ¿cómo saldríamos adelante?
     A mí ya me urge poder ayudarte y que así te sientas respaldada, tanto emocional como económicamente. Me da mucha tristeza no poder hacerlo todavía. Tengo quince años, y no quieres que trabaje porque descuidaría la escuela. Te sientes mal por no haberme regalado mi fiesta de quince años con la que tanto soñaba, pero no debes sentirte mal, simplemente no se pudo porque no tenemos dinero para eso y, aunque me dolió no haber bailado el vals, yo sé que a ti te pesó más no poder concederme ese deseo. Pero no te preocupes, mami, estamos juntas y ese es un regalo mucho mayor.
     A veces me pregunto qué será tener una familia completa, estar junto a papá. Pero también entiendo lo que viviste a su lado. Es mentira eso que dicen que los niños no se dan cuenta, yo lo hice y esa verdad fue muy fea para mí. Te entendí cuando nos dijiste a mi hermana y a mí, que se iban a separar, que era muy difícil vivir con una persona alcohólica e irresponsable. Sé que fue la mejor decisión y un gran ejemplo para mí, como mujer. Me enseñaste que no debo aguantar golpes ni humillaciones por temor al qué dirán, que no es sano vivir con miedo y sentir cómo la vida, los sueños y las esperanzas, poco a poco, se apagan.
     Muchas veces vi que mi papá llegaba borracho y te insultaba. A pesar de eso, siempre trataste de que no nos diéramos cuenta de lo que vivías. Se suponía que él debía querernos, protegernos y hacernos sentir seguras, pero no fue así…
     Aún sigue en mi memoria la primera vez que discutieron: él llegó muy tomado y te quiso pegar. Escuchamos cómo rompía los vidrios de las ventanas y los espejos. Eso fue hace ya seis años, ¡pero lo recuerdo como si fuese ayer! Yo tomé a mi hermanita de la mano, salimos corriendo al patio y nos escondimos detrás del tanque de gas. Cómo olvidar esa noche… ¡escuchamos tus gritos!, ¡tu llanto!, nosotras temblábamos de miedo y nada más le pedíamos a Diosito que fuera una pesadilla, que ya terminara. El sol no tardó en salir y vimos tu hermoso rostro lleno de moretones, los ojos hinchados y el cuerpo marcado por los golpes.
     Yo sé que hiciste bien en divorciarte de él. Mi papá nunca te mereció, y eso de que nos quería, ¡también era una mentira! Ahora, aunque sabemos que ya no nos puedes comprar lo que antes nos dabas, eso no importa, porque llegamos a casa y respiramos tranquilidad, algo que no sabíamos que existía hasta que él se fue, hace más de un año. En todo ese tiempo, no nos ha mandado ni un centavo. Mi hermana requiere una operación y ambas deseamos seguir estudiando. No obstante, él sencillamente dio la espalda a sus obligaciones y fingió una indignación que, según él, disculpa su irresponsabilidad. La verdad es que, una vez más, fue un cobarde.
     Ahora surgen las preocupaciones sobre cómo le haremos para pagar uniformes, útiles escolares, la luz, el gas; la cuenta del teléfono tampoco pudiste liquidarla y ya no tenemos televisión por cable pero, a pesar de todo, nos hallamos unidas y estamos aprendiendo a vivir sin miedo.
     Somos una familia de tres mujeres que estamos aprendiendo de la vida. Las alas de mi hermana y las mías, cada día se vuelven más fuertes y más grandes. Estamos aprendiendo a volar a tu lado, a valorarnos y hacernos respetar. Gracias por el ejemplo que nos has dado. Gracias también, porque tú nos has demostrado que las palabras, muchas veces no son necesarias para decirnos lo mucho que nos queremos, cuando las acciones son las que hablan.
     ¿Sabes?, te diré un secreto, ¿prometes no decírselo a nadie? ¡Te lo diré! Todas las noches, cuando estás dormida, le doy gracias a Dios por tenerte a mi lado. Eres mi amiga incondicional, mi confidente ¡y la mejor madre que puede haber! Sé que Él nos dará el tiempo suficiente, a Daniela y a mí, para que nos veas convertidas en mujeres de bien.

Hoy y siempre, te amo.
Tu hija que te admira y respeta, Dania.

miércoles, 19 de octubre de 2011

¡AAYAA!


Santhony, 2007

A usted, yo le hablo de usted
porque de tú, me desprecia,
saca sus uñas,
pone murallas.

A usted me dirijo de usted,
a ver si así se ablanda
y con caricias en la voz
como a todos me habla.

Yo sé que me teme,
si no, revise su inconsciente.

Verá cómo cuando de tú le hablo
se aleja,
mas de usted, se alegra;
pues se siente distante,
en confianza
en su lugar cómodo de alarde.

A ti te hablo de usted
para así amarte desde lejos,
desde su terreno…

Aparentemente distante,
pero es la forma en la que a usted
        me acerco.