lunes, 25 de abril de 2011

Así soy… simplemente una luciérnaga


Xóchitl Ramírez Robles
P
ensándolo bien, recordar mi pasado es descubrir que lo que llamé fracasos, en realidad fueron enseñanzas, en el presente son mi lucha y en el futuro serán los mayores retos a vencer.
La vida cambia, más bien, nosotros cambiamos nuestra vida, lo acabo de descubrir…
Sentada en un cómodo sillón, descanso mi cuerpo y mis sentidos disfrutan el olor a tierra húmeda en esta mañana de junio, los aromas se mezclan como mis sentimientos en este momento, y a la vez me recuerdan esas tardes en que bajo los rayos del sol, acompañaba a mi padre a sembrar la tierra.
Lo cierto es que de él aprendí a trabajar en el campo y de mi madre a trabajar las artesanías de barro y papel amate, él se llama Juan y ella Juana, además tengo dos hermanas, soy la mayor y quise darles un buen ejemplo, aunque para mí fue muy difícil enfrentar los prejuicios de mi pueblo, para lograr mi realización personal y profesional.
Mi pueblo se llama Maxela, un lugar bonito y pintoresco, sin embargo hace quince años la gente tenía ideas que impedían  las oportunidades a las mujeres. No estudiaban después de la secundaria, según ellos las mujeres se casaban y las mantenían sus esposos, el lugar de la mujer estaba en la casa y la cocina.
No concibo dar por hecho todo lo que se dice, por eso decidí hacer lo necesario para volver realidad lo que eran sólo sueños.
Recuerdo que contaba los días para salir de mi pueblo a una nueva realidad, pues iría a una secundaria en la ciudad, ya que mis padres cumplirían la promesa de apoyarme como premio a mi dedicación al estudio.
Sólo un dolor llevaba y un mal recuerdo, fue el día que me dieron los resultados del examen para la escolta y con alegría escuché mi nombre en el primer lugar. ¡Que poco duró esa alegría!, en seguida supe que no llevaría la bandera, escuché decir al  profesor que por mi estatura y por ser tan delgada me dejaría en la parte de atrás, ¡que injusticia!, pensé, ¡para qué tanto esfuerzo! Entonces lloré porque mis compañeros se burlaron de mí, ¡en ese momento me sentí tan fea!, y descubrí que mi autoestima era como un castillo de arena, difícil de construir y fácil de derrumbar.
Cuando llegué a casa llorando, allí estaba mi madre para consolarme, fue cuando me contó la fabula de la luciérnaga y el sapo y me dijo que soy como la luciérnaga, que brilla incluso en la inmensa oscuridad con luz propia y por ello los demás la envidian, entonces, comprendí que no importaba que fuera pequeña de estatura para ser grande en la vida.
A decir verdad, ese siempre fue mi consuelo, y desde aquel día tuve la fuerza y el coraje necesario, para seguir siempre con esperanza y levantarme tras cada derrota.
Así que cuando llegué a la secundaria procuré ser sorda a las críticas y burlas de mis compañeros, aunque no puedo negar que mis sentimientos fueron lastimados, por la discriminación por ser mujer, ser hija de un campesino y una artesana, por la forma de hablar, ser de un pueblo y también por mi físico.
Aunque para mi mamá fui su luciérnaga, para los demás era “la que se escapó del CENDI” –por mi corta estatura–. Se burlaban y me tiraban la comida en la hora de recreo, diciéndome que la tomara del suelo, porque en el suelo comen los pobres.
A veces me cuestionaba si había hecho lo correcto al salir de mi pueblo o sería que mi destino estaba entre casas de adobe, una carretera con terracería y gente que nos discrimina a las mujeres. Era muy difícil imaginarme en esa vida, así que enfrenté los problemas con valor y con el deseo de salir adelante, para demostrarles a las personas que sus ideas ya estaban desfasadas en el tiempo, así como ayudar a mis padres para reintegrarles su sacrificio y esfuerzo para darme estudios.
Cuando terminé la preparatoria, decidí ser maestra y entré a la Escuela Normal de la ciudad de Iguala Guerrero, aún recuerdo esos desvelos, con una máquina mecánica frente a mí, escuchando el rechinido de los fierros en cada tecleo, para poder entregar la tarea que aunque para los profesores era importante hacerla en computadora, a mí para eso no me alcanzaba el dinero.
Con carencias económicas y riqueza de amor logré titularme. Ese fue el comienzo de nuevas experiencias, que marcaron la parada en la nueva estación de  mi destino.
Emprendí el vuelo y me fui a la Costa Chica. Sin embargo, allí me sentía sola y alejada de mis seres queridos. Tenía que viajar en una camioneta que levantaba el polvo y me maquillaba con él, la recompensa era encontrar a mis alumnos en la puerta de la escuela con una sonrisa, me gané su cariño y yo los amé durante esos dos largos años.
Cuando me cambié de centro de trabajo me dio tristeza, pero a la vez alegría de poder estar de nuevo con mi familia. Además, después de una mala experiencia amorosa por engaño y traición de un noviazgo de siete años, me encontraba en depresión, fue difícil salir y lo logré gracias al amor y cariño de mis padres y amigos, pero los más hermoso me sucedió a mi regreso: conocer al que ahora es mi esposo, fue y es mi apoyo y lo amo, así como el hermoso bebé que tenemos…
Ahora comprendo que Dios me permitió conocer a la persona equivocada antes de conocer la indicada para ya no equivocarme, no me quejo de nada, después de todo soy feliz, tengo una familia unida, una profesión, un trabajo, puedo ayudar a mis padres, me sigo superando profesionalmente, y sobre todo, recibo y doy amor. Por lo experimentado en el transcurso de mi vida, comprobé que cada uno forja su destino.
Aún soy una luciérnaga y estoy orgullosa de serlo, y si Dios me diera una segunda oportunidad, sólo procuraría… No llorar tanto por las derrotas.

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