sábado, 25 de junio de 2011

¿Para qué escribir?


Lenin Andrés Delgado Gil
Cada vez que pienso ¿para qué escribo?, cientos de respuestas salen a la luz y creo que digo tonterías, pero sé que en la escritura nada es una tontería, puesto que si uno se dedica a escribir, plasma los sentimientos que conlleva esa experiencia. Escribo para desahogar mis deseos, mis temores, mis anhelos, frustraciones, alegrías y tristezas, las cuales, voy enfrentando día a día, minuto a minuto, tras cada segundo que pasa. Para algunas personas, escribir es sólo anotar palabras; para mí, es transmitir mis sentimientos, es desahogarme, es crear un mundo en el que nadie me reprocha nada ni me dice qué hacer, sino un mundo que voy formando con cada letra que emana de mi corazón y que logro expresar a través de mis manos, con mi puño y letra, formando así mi propio universo; un universo en el cual soy amo y señor de todo lo que deseo que en él suceda, porque escribir es dejar al descubierto el alma y revivir nuestra historia, ésa que alguna vez nos hizo felices o infelices, pero que definitivamente dejó una marca en lo más profundo de nuestro corazón. En el universo real las estrellas y luceros son inalcanzables, pero en mi universo, cada estrella y lucero es un sueño posible que tocaré cuando me decida a hacerlo.
     Con un simple lápiz o pluma y una hoja, podemos ablandar el más duro corazón o hacer rabiar al ser más paciente, todo dependerá de la forma y el qué escribimos. Estoy seguro que no se debe escribir pensando en la fama y en agradar a las personas, sino obedeciendo a lo que en verdad se quiere comunicar, para sentirse pleno y satisfecho uno mismo, sin importar si es del agrado o no de las personas. No obstante, una cosa importante que ignoramos la mayoría de los que comenzamos a escribir, es que todo va tomado de la mano; si uno plasma lo que en verdad quiere decir y se siente bien consigo mismo; si escribe eso que siente, con el corazón en la mano, es de esperarse que arranque desde una lágrima hasta un mar de llanto incontrolable, un suspiro o una sonrisa y, con ello, logre ser el ejemplo de otras personas que viven algo similar a lo que se le dio vida al escribir, y así, tal vez se ahorre a otros un trago amargo y busquen una solución a lo que les aqueje.
     Hay que escribir en todo momento, en todo lugar u hora, desde los sentimientos hacia los demás, como tristezas, alegrías, miedos y temores; hasta lo que hago, lo que me sucede, lo que observo, lo que admiro, lo que quiero, lo que amo, eso que odio, eso que me frustra. Desde cosas reales hasta irreales; para escribir sólo hace falta proponérselo, darle continuidad y sin duda el querer hacerlo, así como abrir el corazón brindándole un toque de imaginación y, por último, dejarse llevar. Uno debe hacerse a la idea de que es capaz de escribir y que puede ser igual o mejor que los grandes poetas y escritores pero, ¡cuidado! No se trata únicamente de arrastrar el lápiz, sino de hacer de la escritura un arte; no obstante, eso se logrará por medio de la práctica.
     Se debe iniciar por cultivar el hábito de la lectura y escritura, para enriquecer el léxico de cada uno y poder expresar de diversas formas lo que se desea transmitir; para reflejarlo con un lenguaje sencillo y claro, dejando a un lado las complejidades y, si se usan, saber en dónde emplearlas, para que las personas que lean los textos puedan adentrarse en ellos, entenderlos, hacerlos suyos, lleguen a formar parte de la historia y cada lector tome la porción que necesite, como esa palabra o frase que le hace falta, ese algo que lo oriente en alguna cuestión, o lo ayude a encontrar el camino hacia una solución.
     Es importante tomar a la escritura como a un verdadero amigo fiel; ese amigo sincero, que siempre está a nuestro lado para apoyarnos. Ese amigo que todos deseamos y que no todos tenemos, y que sí existen, pero son muy pocos. Sin embargo, la mayoría no sabemos ver en el corazón la verdadera belleza, esa belleza interior que hace a la persona única e inigualable y, en cambio, nos cegamos por lo exterior; esa otra belleza que es pasajera y que al darle mayor valor que a la interior, nos convertimos en seres despreciables que sólo abrimos los ojos al toparnos con un gran problema ante el que descubrimos que aquellos que considerábamos nuestros amigos, eran sólo espejismos.
     Al igual que ese amigo fiel, así se debe tomar la escritura, no como un pasatiempo o una costumbre, sino como la oportunidad de ver y dar a conocer tus propios errores, tus virtudes y deseos; para reflexionar sobre qué estamos haciendo para mejorar, en qué estamos fallando y cómo alcanzar eso que anhelamos. Escribir es una valiosa oportunidad de aconsejar a las personas, para que no pasen lo que pasamos y así ayudemos a sacar del hoyo a los demás. Lo más maravilloso, es que esto se hace sutilmente, cuando a través de un escrito logras captar lo que tenemos en común los hombres y mujeres de cualquier lugar, porque la literatura, también nos recuerda nuestra propia condición humana.
     Lo más importante es que al escribir se va reflexionando acerca de lo que uno hace y deshace y nos vamos dando las respuestas que necesitábamos y que anhelábamos, ¡mismas que pasado el tiempo llegan a parecer tan obvias! Pero escribiendo, nos es más fácil reconocer las equivocaciones porque al escribir también se aprende. Por todo lo dicho, no encuentro para ti mejor consejo que éste: ¡comienza hoy a escribir y no dejes de hacerlo!

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